ACNUR nos recuerda que para millones de personas, la Ayuda humanitaria es la única forma de sobrevivir. La ayuda humanitaria es la que se brinda a la población víctima de un desplazamiento para garantizar el acceso a servicios básicos como alimentación, atención médica, agua o refugio. Este año, el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria quiere resaltar la labor que llevan a cabo las mujeres trabajadoras de organizaciones humanitarias para mejorar la vida de la gente que lo ha perdido todo.

Este año, el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria quiere destacar el coste humano inmediato de la crisis climática, instando a los líderes mundiales a tomar medidas significativas en favor de las personas más vulnerables en todo el mundo. Es una campaña de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), que pone el acento, en 2021, en las devastadoras consecuencias de la crisis climática para colectivos muy vulnerables como las mujeres y las niñas, las que más sufren los impactos ambientales, económicos y sociales.

Existe una relación directa entre el cambio climático y la movilidad humana; agrava factores desencadenantes como el empeoramiento de la pobreza, la inseguridad alimentaria, la escasez de agua y el acceso a recursos naturales básicos para la vida. Personas refugiadas, desplazadas internas y apátridas están más expuestas a las consecuencias de la emergencia climática, señala ACNUR. La combinación de factores desencadena contextos de extrema gravedad para la vida que requieren demandan la acción de la asistencia humanitaria.

La altísima propensión de Afganistán a sufrir desastres no es reciente. ACNUR ya reseñaba este hecho antes del golpe talibán, subrayando que casi todas sus provincias han sufrido algún desastre en los últimos treinta años. Ya poseía la dramática condición de ser el país menos pacífico a nivel mundial. Según esta Agencia, a mediados de 2020 más de 2,6 millones de personas afganas eran desplazadas internas y otras 2,7 millones vivían como refugiadas registradas e otros países; Pakistán e Irán en especial.

La Coordinadora Andaluza de ONGD subraya que 235 millones de personas necesitan protección humanitaria, una de cada 33 personas, las cifras más elevadas de la historia. Además de la extrema gravedad de la situación generada en Afganistán, recuerdan la crisis multidimensional que afronta Líbano, un año después de la explosión en el puerto de Beirut, la violencia, falta de derechos e impacto del cambio climático en Centroamérica y las consecuencias de la pandemia en colectivos vulnerables como la infancia, privados de vacunas infantiles básicas para evitar enfermedades diferentes de la COVID. Esta llamada de atención va acompañada de un recordatorio: los fondos que España destina a la acción humanitaria se sitúan en un 3,8% del total de la Ayuda Oficial al Desarrollo, lejos del compromiso del 10%.

Un repaso a la actualidad mundial permite imaginar la importancia de la asistencia humanitaria en los términos que fueron consagrados por la Resolución 46/182 de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1991, ratificados en 2017 en la Resolución 72/133, para el Fortalecimiento de la coordinación de la asistencia humanitaria de emergencia prestada por Naciones Unidas; humanidad, imparcialidad, independencia operativa y neutralidad, son los pilares básicos de las tres categorías de la Ayuda Humanitaria (emergencia, de reconstrucción y rehabilitación, y prevención de desastres).

En Andalucía, el PACODE recoge, de forma extensa, el enfoque de trabajo de la cooperación andaluza en este ámbito, con el referente, entre otros, de la Cumbre Mundial Humanitaria de 2016, manifestando el compromiso con la continuidad en la Ayuda Humanitaria como ámbito estratégico diferenciado de otras finalidades de cooperación, con un criterio de conectividad que promueva la continuidad de los procesos y contemple la construcción de capacidades de las poblaciones. 

El documento contempla la pertinencia de un protocolo de coordinación y la creación de un Comité de emergencias, como actuaciones pertinentes para responder con rapidez y eficacia, contando para ello con “herramientas ágiles y adaptadas para la identificación, seguimiento y valoración de las intervenciones; mecanismos de financiación rápidos y flexibles como la creación de un Fondo de Emergencias con dotación presupuestaria específica; espacios ágiles de coordinación entre los actores humanitarios andaluces y entre ellos y los agentes españoles y los agentes locales”. Como en el Plan anterior, con un 12,93% destinado a estos fines, el PACODE prevé una gestión compartida de estos fondos con organismos internacionales (en especial, ACNUR y UNRWA), y las ONGD, buscando la implicación y coordinación con otros centros directivos de la Junta de Andalucía y las Entidades Locales.

Siria, Sudán del Sur, Yemen, Haití… No sería posible enumerar aquí el mapa de países susceptibles de convertirse en destino de la Asistencia Humanitaria, pero solo en estos últimos días, hay puntos que adquieren carácter de urgencia. Haití, sin duda. La sucesión de desastres convierte el contexto de su población en un cúmulo de vulnerabilidades. El pasado 16 de agosto, Haití solicitó la activación del Mecanismo Europeo de Protección Civil. Un Equipo Europeo de Protección Civil con 15 especialistas de diversas áreas viajan al país afectado por el terremoto, y azotado por una tormenta tropical que eleva, si cabe, la gravedad del sistema de salud. España ha enviado 10 toneladas de material médico y ayuda financiera para atender la crisis humanitaria en Haití.

Una ojeada al portal de la AECID recorre algunos de los puntos geográficos y demandas que han requerido de acción humanitaria: vacunas en Ecuador, cobijo, protección y seguridad alimentaria para familias desplazadas por el conflicto en Mozambique, lucha contra el COVID en Túnez y Bolivia, o atención a las personas desplazadas por el volcán Nyaragongo, en la República Democrática del Congo, son algunos de los ejemplos de que la asistencia y ayuda humanitaria es una de las más recurrentes expresiones de la solidaridad, al margen de fronteras e intereses.

Como recoge ‘La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y la Acción Humanitaria’, documento elaborado por el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) para la Oficina de Acción Humanitaria (OAH) de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) (enero 2019), hay consideraciones que hacer en torno a la relación a la coherencia de las agendas internacionales en materia de desarrollo. Entre otras:

  • “El desarrollo y la seguridad son dos caras de la misma moneda. Dado que ni por principios éticos ni por razones fácticas es posible encastillarse es preciso implicarse en mejorar la suerte de quienes nos rodean”.
  • “Una mejor comprensión de los riesgos que amenazan a los procesos de desarrollo es necesaria. En materia de riesgos producidos por fenómenos naturales, el Marco de Acción de Sendai y su inclusión en los ODS es un logro. Pero hay que avanzar en la inclusión de otros riesgos de tipo social, política, económico, etc. y entender cómo afectan al desarrollo y por tanto deben ser abordados en su planificación.

  • “La coherencia de políticas es un punto de partida básico. (…) Esta coherencia no debe confundirse con la mera instrumentalización de la cooperación para el desarrollo o la acción humanitaria al servicio de intereses de seguridad o de carácter geopolítico que, obviamente, no se guían por principios humanitarios.

  • “Tanto las respuestas como la prevención deben ser multilaterales y multidimensionales. (…) La Agenda 2030 ha supuesto un avance, todavía parcial, en esta visión de integralidad”.

  • “Los problemas son de naturaleza política y las soluciones también deben ser políticas. Con demasiada frecuencia se constata que la ausencia de voluntad política, más allá de donde estén en juego los intereses vitales de las principales potencias, acaba traduciéndose en un traspaso de responsabilidades a los actores de la cooperación para el desarrollo y a los organismos humanitarios. Es elemental entender que estos últimos son, por definición, vitales paliativos de los efectos más perniciosos de los desajustes que produce el sistema; pero no está en sus manos la posibilidad de resolver problemas que superan con creces sus capacidades y sus mandatos. Son, en muchos casos, el “mínimo común denominador” de una respuesta que necesita de otros enfoques”. 

Son reseñables las consideraciones finales del documento, en relación con la Agenda 2030: “La agenda internacional de desarrollo, aglutinada en la actualidad en torno a los ODS, necesita incorporar la perspectiva humanitaria y dedicar una atención específica a los contextos de crisis humanitarias. (…) La conjunción de ambos vectores aconseja construir y abrir espacios de trabajo conjunto entre la acción humanitaria y la agenda de desarrollo, de tal modo que se impulse la imbricación de ambas dimensiones de trabajo. (…) La Agenda 2030 conforma un contexto de oportunidad que puede ser interesante aprovechar para avanzar en esta dirección” 

Los gobiernos locales y provinciales impulsamos los Objetivos de Desarrollo Sostenible.


 

 

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